Albert Sagués, profesor del Máster en Asesoría Fiscal de la UPF Barcelona School of Management, sostiene que hay que apostar por la formación de los profesionales aunque sea financiada por empresas privadas.
Durante la semana, la temida noticia por los médicos ha aparecido en los medios. Hacienda ha ‘aclarado’ el tratamiento fiscal de las invitaciones a congresos que hacen los laboratorios a los facultativos.
Los médicos han de tributar en el IRPF
Concluye la Agencia Tributaria, confirmando el criterio del Tribunal Económico Administrativo Central y de la Dirección General de Tributos, que los gastos por asistencia a congresos (y gastos relacionados como transporte y hotel) solamente están exentos en el IRPF, si quien paga es la entidad para la que el médico trabaja, al considerarse como gasto de formación.
Si quien financia la inscripción al congreso es un laboratorio médico (como sucede habitualmente) este importe debe declararse en el IRPF del profesional, de manera que la invitación recibida le supondrá un pago de impuestos que oscilará entre un 37% y un 48%, en función de sus ingresos totales y de la Comunidad Autónoma en la que resida.
Me parece muy bien la aclaración de Hacienda, y ya era hora de abrir el debate. Casi diría, mal que me pese, que puedo estar de acuerdo con la interpretación que se hace de la norma del IRPF. Sin embargo, centrar la discusión en este punto me parece totalmente equivocado.
No se trata de ver si con la Ley actual se tributa o no. La cuestión es decidir si estos pagos han de tributar o bien se ha de cambiar la ley para que las asistencias a congresos no tributen. Este es el auténtico debate.
La medicina, una práctica en evolución permanente
Tenemos suerte de que los médicos son un colectivo poco organizado. Están indignados con la noticia, lo puedo asegurar, pero su falta de organización nos libra de una huelga. Es una vergüenza que, especialmente si trabajan en la sanidad pública, pero también si lo hacen en cualquier otro ámbito precario, deban tributar por la invitación a un congreso. Déjenme razonarlo.
Una de nuestras demandas como ciudadanos (no la única) es tener a nuestra disposición, a la de nuestros hijos, pareja o familiares, un sistema sanitario público de calidad, eficiente, que nos preste un servicio con las técnicas más actuales en cada momento, con los medicamentos más evolucionados y con un personal (enfermeras, técnicos, médicos) altamente cualificado y conocedor de los últimos avances en medicina, una práctica en evolución constante.
Los médicos son conscientes que esta evolución permanente, y el avance en el conocimiento como el progreso en la técnica deben gestionarse y compartirse. No es una profesión egoísta. Comparte conocimientos, protocolos, avances y eso lo hace en congresos médicos en los que se presentan y debaten novedades. Y más importante aún: van a formarse, a aprender.
Cometemos el error de pensar en lo divertido que debería ser estar todo el año asistiendo a congresos
A veces cometemos el error de pensar lo divertido que debería ser estar todo el año asistiendo a congresos. Que si te vas a Chicago, que si viajas a Orlando, que este fin de semana me voy a Londres, etc. A los que nos ha tocado viajar, sabemos el esfuerzo y el coste personal que supone. Mi mujer es médico del sistema público y cuando va a un congreso unos días nadie la sustituye.
Al volver, los pacientes no visitados o los tratamientos no programados o las intervenciones no realizadas tienen que recuperarse. Tampoco nadie la compensa por los fines de semana que va a perder (muchos congresos empiezan o acaban en fin de semana para optimizar el tiempo). El médico no va a congresos a divertirse y a hacer turismo, sino a formarse para no quedarse atrás y no convertirse en un dinosaurio. Lo hace para ser mejor profesional y dar lo mejor de sí.
Yo, particularmente, preferiría que el médico que me trate en un futuro de cualquier enfermedad que pueda tener sea un médico ‘viajado’, que acumule asistencia a muchos congresos, que conozca las últimas novedades en su campo, que esté formado, y no que sea un médico anticuado que no ha salido de su despacho en años.
Antes que alguien salte con la historia de siempre, me adelanto. Claro que hay abusos, como en todas partes. Y es cierto que hay casos de pagos que disfrazados de asistencia a congresos, esconden cosas más oscuras, o médicos que se apuntan y no aparecen. Es cierto que existen malas prácticas (como en todas partes), pero no por ello vamos a criminalizar al colectivo.
Existen malas prácticas, pero no por ello hay que criminalizar al colectivo
Toca ahora hablar de quién paga los congresos. ¿Quién debe pagar esta formación? ¿Es el propio médico quién debe pagarlo de su bolsillo? ¿El médico que trabaja para un sistema público y gana entre 35.000 y 45.000 anuales euros de media (algunos más si acumulan guardias, o pluses)? ¿Es el servicio de salud de turno (madrileño, andaluz, catalán), con los recortes que ha sufrido y otras muchas prioridades a las que hacer frente? ¿O quizá vale la pena dejar que los laboratorios farmacéuticos, la industria, financie esta formación?
Aparece entonces el posible conflicto de intereses. ¿Cómo puede la industria pagar el congreso a un médico, cuando la industria es proveedora de medicamentos o equipamiento al sistema público, y por lo tanto susceptible de generar relaciones de amiguismo, clientelismo y discrecionalidad? Hemos avanzado mucho en esto. A partir de 2018 entrará en vigor una regulación de la industria con la aplicación de un código de buenas prácticas mediante el cual cada laboratorio o industria hará públicos los nombres de los médicos e importes de los congresos que haya financiado.
Supongo que estamos todos de acuerdo en el fondo del asunto. Queremos un buen sistema sanitario. Para ello nuestros médicos han de estar formados y actualizados, y ello requiere que asistan a congresos. Ellos ponen de su parte el esfuerzo en asistir. Si el sistema público no puede asumir este gasto y la industria médica sí, no carguen los platos rotos al médico. No penalicen con impuestos al que quiere formarse y quiere ser mejor profesional. Regulen, controlen, supervisen, pero no castiguen. Y si hay que cambiar la Ley del IRPF, cámbienla.
Artículo publicado en La Vanguardia
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