Estamos más ocupados en lo inminente y llamativo que en los cambios lentos, silenciosos y profundos que llevan años gestándose.
Ahora parece que toca fijarse en la inflación. Resulta que en marzo de 2020 decidimos parar el mundo. Nunca antes se había hecho, y nos sorprende que volverlo a arrancar cueste tanto y produzca desajustes en la cadena de suministros, con la consecuente subida de precios. La inflación ya ronda el 4% en Europa y supera el 5% en Estados Unidos. La gran discusión es si será una inflación pasajera o más permanente.
La inflación ya ronda el 4% en Europa y supera el 5% en Estados Unidos.
En mi opinión, el problema de fondo es que llevamos desde 2008 dopando la economía mundial con dosis de metadona monetaria estratosféricas. La solución de los bancos centrales, inmediata y fácil, se ha convertido lenta pero inexorablemente en un problema de compleja solución. La inflación solo ha hecho aflorar este problema de fondo, ya que interpela a los bancos centrales a replantearse esa medicina, que parecía de choque, pero que continúa sin curar la enfermedad, y la ha vuelto crónica.
Una sociedad acostumbrada a dinero fácil y gratis genera hábitos no saludables, con connotaciones no solo financieras sino de mucho más calado social.
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